En 1960, y como una especie de homenaje a las prisiones en islas lejanas como Alcatraz en Estados Unidos, La isla del diablo en Guyana y Santa Helena en Italia, el Gobierno de Alberto Lleras Camargo abrió la cárcel de Gorgona.
Esta isla, ubicada en el Océano Pacífico y rodeada de tiburones, estuvo deshabitada hasta 1959, cuando se ideó el plan de construir una prisión.
Allí eran enviados los delincuentes más peligrosos de Colombia, generalmente condenados por asesinato y violación y quienes además, debían vivir un sin fin de atrocidades…
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La puerta al infierno…
La cárcel fue construida siguiendo el modelo de los campos de concentración nazis, con la idea de llevar a los presos a un sufrimiento y humillación para que se arrepintieran de sus delitos.
Antes de cruzar por primera vez la puerta, los presos debían olvidar su nombre y entregar su identificación; luego recibían un número con el que serían llamados desde su ingreso hasta cuando lograran su libertad.
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Allí, los condenados debían dormir en camas sin colchón ni almohadas, hechas con madera no tratada de las palmas de la isla.
Los baños eran un agujero en el piso, donde no habían paredes para que los guardias pudieran vigilar que nada sucediera.
Además, los presos debían cuidarse de serpientes y animales venenosos. En la enfermería, era común que los presos fueran amputados con segueta y sin anestesia.
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Tan dura era la vida en la prisión, que los reos sobrevivientes, a pesar de todo, consideraban la enfermería como un buen sitio de descanso.
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Gorgona
La vida de los reos entre ellos no era ningún ejemplo de buena conducta, pues era una lucha constante entre los criminales más peligrosos de Colombia, por ende, caer allí era un infierno.
A los nuevos, los violaban y humillaban, hubo cientos de asesinatos, había prostitución, riñas, guerras adentro del penal.
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Las violaciones en grupo eran tan comunes, que la prisión se vio obligada a quitar las paredes de los baños, para poder vigilar que no abusaran de nadie sexualmente.
Los castigos de los guardias no se quedaban atrás, pues la autoridad como forma de castigo hacía que los presos se pararan en el calor inclemente, mirando fijamente al sol durante horas para dañar sus retinas.
Sin duda, era un lugar donde se vivían todo tipo de atrocidades y no se respetaban los derechos humanos de nadie; en lugar de resocializar a los presos, Gorgona convertía a sus reos en verdaderos psicópatas que perdían todo tipo de valor por la vida y el respeto hacia los demás.
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Con la visita a la cárcel del entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, el político promovió el cierre de esta prisión, el cual se cumplió después de su asesinato el 25 de junio de 1984.
Gorgona en la actualidad
Hoy la Isla Gorgona es considerada como un parque natural, donde habitan varias especies del pacífico colombiano y la prisión, o lo que queda de ella, hace parte del recorrido turístico del lugar, sin embargo, pocos se atreven a ingresar.
La demolición de la cárcel no se cumplió en su totalidad y aún se conserva la estructura madre y unas cuantas cosas en su interior, como la enfermería o el comedor.
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Allí, según los cuidadores del parque natural, se escuchan lamentos y el lugar es un epicentro de actividad paranormal.
Programas de misterio como ‘Ellos están aquí’, han hecho incursiones en este aterrador lugar, ¿te atreverías a visitarlo?
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